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La historia secreta de nuestras vidas l (la maquina expendedora)


En el nombre de las cosas se encuentra siempre una historia

secreta sobre nuestras vidas, por ejemplo:

“Máquina de refrescos”. Esto podría indicar para usted solamente todo lo que en realidad es,

una máquina expendedora de bebidas burbujeantes, para mí

significa lo siguiente…

Máquina de Refrescos:

Adjetivo.

Viaje en carretera, generalmente familiar que podría verse

interrumpido por el sobrecalentamiento de una Vollager verde y

vieja. El hurto de la moneda sobrante del pago de peaje en pro de

enriquecer a una multinacional. Momento de genialidad infantil.

Sinónimo – Ver desaparecer una moneda que no volverá

nunca.

2 m. Placer en el acto anterior de la descripción. Nostalgia, si

le es indiferente recordar o sentir empatía por lo que

resta de la definición quiere decir que es demasiado joven y/o que

nunca viajo con su familia entre los años 1990-2005.

Este adjetivo no es igual a las maquinas que existen hoy en día,

máquina de refrescos dentro de mi diccionario personal, significa

solo si, expendio de dos metros de altura, iluminado innecesariamente

con luces LED, promocionando su respectiva compañía de

procedencia, botones alineados de forma vertical que no le

permiten al consumidor más joven acceder a todos los sabores

existentes del producto. Indispensable que el tragaperras de la

maquina sea de metal, así emite un sonido idéntico al recibir la

moneda que al abrir la lata de aluminio o botella de vidrio. El

plástico queda tajantemente descartado ya que no transpira de la

misma deliciosa forma a sus anteriores dos rivales mencionados. Lo

más curioso de este pequeño placer en la nostalgia es el gozo-acto

ritual de insertar una moneda en un orificio plano y obtener algo a cambio mas que de

refrescar la garganta.

3 m. Fetiche al embaucar un aparato mecánico,

iniciando así, formalmente, la lucha entre el hombre y la máquina.

–Termina la definición-

El primer disparo en esta guerra apocalíptica fue de mi parte:

Realizar un orificio en una moneda. Embaucando así al dueño de la

gasolinera junto a su máquina y no a la multinacional que

permitirá nos ahorremos el costo de 8 refrescos más, principalmente por que el gasero tendrá que pagar la diferencia.

Nota- En este recuerdo podemos darnos cuenta como fueron los

dueños de estas máquinas análogas fáciles de engañar quienes

comenzaron a traicionar a la humanidad favoreciendo la tecnología

de sus máquinas expendedoras y no, como muchos historiadores

pensaran erróneamente en el futuro; las empresas transnacionales. Asimov jamas lo hubiera podido imaginar así.

En pleno 2020 ya no tiene nada de especial “disparar” (como se le

dice coloquialmente a invitarle algo a alguien sin esperar nada a

cambio) un refresco. No requiere de ninguna habilidad especial, el

neoliberalismo nos robó eso. Ahora hay oxxos en cada esquina

dirigidos por los hijos de antiguos dueños de esas máquinas

obsoletas. Si queremos robar dos o diez refrescos tendríamos que

engañar a una cajera o un cajero al que no le pagan lo suficiente

por lidiar con nosotros como para estar en igualdad de

condiciones.

¿Dónde está la magia de sentirse más ingenioso que una maquina?

Si mucho nos da la modernidad es que el precio esté mal y podamos

reclamar a la burocracia de PROFECO nos respeten un precio mal

etiquetado ¿Hay victoria en eso? ¿O solo nos quieren hacer creer

que la hay?

Sé que allá afuera hay un montón de gente esperando, como yo, a

que las grandes franquicias de tiendas de conveniencia lleguen a

la bancarrota, a que se desplomen sus acciones en la bolsa de

valores, más que nada para que los tienderos viejos convertidos en

abuelos desempleados desempolven sus máquinas expendedoras, esas que cuando

seleccionas F9 gira mal un resorte regalándote el doble de

producto, que de vez en cuando deja el producto atorado entre la

repisilla y su cristal que seria cuando el viejo gana. Con suerte algún distraído olvida su

cambio en la portilla, sentir adrenalina al ganarle ese cambio al

dueño de la maquinita, que ansias de revivir ese momento.

Nuestras ganas de acabar con el sistema nos han hecho consumidores

olvidadizos de los pequeños placeres de la vida. Dudo mucho que en

30 o 40 años un muchacho que tiene todo al alcance de su mano extrañe realmente comprar algo por Amazon o

Aliexpress y anhele los nervios de saber si su pedido va a llegar

con ANTRAX o COVID-19, en el mejor de los casos con el producto de un

color equivocado que podrá cambiar casi automáticamente.

La posmodernidad nos ha robado la nostalgia de cuando un viaje

sale mal por un ventilador sobrecalentado que apaga el motor del

auto dejándote varado en una gasolinera demasiado lejos de tu

destino pero aún más lejos de casa.

La posmodernidad nos privó la oportunidad de mejorar el viaje si perforas una moneda para insertarle

un hilo que te deje perpetrar la seguridad de las maquinas

análogas, skynet, tu

familia y en último lugar la inquisitiva mirada del gasero al ver que llevas una moneda pendiendo de un hilo.

 
 
 

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