La historia secreta de nuestras vidas l (la maquina expendedora)
- Funderberker
- 22 mar 2020
- 3 Min. de lectura
En el nombre de las cosas se encuentra siempre una historia
secreta sobre nuestras vidas, por ejemplo:
“Máquina de refrescos”. Esto podría indicar para usted solamente todo lo que en realidad es,
una máquina expendedora de bebidas burbujeantes, para mí
significa lo siguiente…
Máquina de Refrescos:
Adjetivo.
Viaje en carretera, generalmente familiar que podría verse
interrumpido por el sobrecalentamiento de una Vollager verde y
vieja. El hurto de la moneda sobrante del pago de peaje en pro de
enriquecer a una multinacional. Momento de genialidad infantil.
Sinónimo – Ver desaparecer una moneda que no volverá
nunca.
2 m. Placer en el acto anterior de la descripción. Nostalgia, si
le es indiferente recordar o sentir empatía por lo que
resta de la definición quiere decir que es demasiado joven y/o que
nunca viajo con su familia entre los años 1990-2005.
Este adjetivo no es igual a las maquinas que existen hoy en día,
máquina de refrescos dentro de mi diccionario personal, significa
solo si, expendio de dos metros de altura, iluminado innecesariamente
con luces LED, promocionando su respectiva compañía de
procedencia, botones alineados de forma vertical que no le
permiten al consumidor más joven acceder a todos los sabores
existentes del producto. Indispensable que el tragaperras de la
maquina sea de metal, así emite un sonido idéntico al recibir la
moneda que al abrir la lata de aluminio o botella de vidrio. El
plástico queda tajantemente descartado ya que no transpira de la
misma deliciosa forma a sus anteriores dos rivales mencionados. Lo
más curioso de este pequeño placer en la nostalgia es el gozo-acto
ritual de insertar una moneda en un orificio plano y obtener algo a cambio mas que de
refrescar la garganta.
3 m. Fetiche al embaucar un aparato mecánico,
iniciando así, formalmente, la lucha entre el hombre y la máquina.
–Termina la definición-
El primer disparo en esta guerra apocalíptica fue de mi parte:
Realizar un orificio en una moneda. Embaucando así al dueño de la
gasolinera junto a su máquina y no a la multinacional que
permitirá nos ahorremos el costo de 8 refrescos más, principalmente por que el gasero tendrá que pagar la diferencia.
Nota- En este recuerdo podemos darnos cuenta como fueron los
dueños de estas máquinas análogas fáciles de engañar quienes
comenzaron a traicionar a la humanidad favoreciendo la tecnología
de sus máquinas expendedoras y no, como muchos historiadores
pensaran erróneamente en el futuro; las empresas transnacionales. Asimov jamas lo hubiera podido imaginar así.
En pleno 2020 ya no tiene nada de especial “disparar” (como se le
dice coloquialmente a invitarle algo a alguien sin esperar nada a
cambio) un refresco. No requiere de ninguna habilidad especial, el
neoliberalismo nos robó eso. Ahora hay oxxos en cada esquina
dirigidos por los hijos de antiguos dueños de esas máquinas
obsoletas. Si queremos robar dos o diez refrescos tendríamos que
engañar a una cajera o un cajero al que no le pagan lo suficiente
por lidiar con nosotros como para estar en igualdad de
condiciones.
¿Dónde está la magia de sentirse más ingenioso que una maquina?
Si mucho nos da la modernidad es que el precio esté mal y podamos
reclamar a la burocracia de PROFECO nos respeten un precio mal
etiquetado ¿Hay victoria en eso? ¿O solo nos quieren hacer creer
que la hay?
Sé que allá afuera hay un montón de gente esperando, como yo, a
que las grandes franquicias de tiendas de conveniencia lleguen a
la bancarrota, a que se desplomen sus acciones en la bolsa de
valores, más que nada para que los tienderos viejos convertidos en
abuelos desempleados desempolven sus máquinas expendedoras, esas que cuando
seleccionas F9 gira mal un resorte regalándote el doble de
producto, que de vez en cuando deja el producto atorado entre la
repisilla y su cristal que seria cuando el viejo gana. Con suerte algún distraído olvida su
cambio en la portilla, sentir adrenalina al ganarle ese cambio al
dueño de la maquinita, que ansias de revivir ese momento.
Nuestras ganas de acabar con el sistema nos han hecho consumidores
olvidadizos de los pequeños placeres de la vida. Dudo mucho que en
30 o 40 años un muchacho que tiene todo al alcance de su mano extrañe realmente comprar algo por Amazon o
Aliexpress y anhele los nervios de saber si su pedido va a llegar
con ANTRAX o COVID-19, en el mejor de los casos con el producto de un
color equivocado que podrá cambiar casi automáticamente.
La posmodernidad nos ha robado la nostalgia de cuando un viaje
sale mal por un ventilador sobrecalentado que apaga el motor del
auto dejándote varado en una gasolinera demasiado lejos de tu
destino pero aún más lejos de casa.
La posmodernidad nos privó la oportunidad de mejorar el viaje si perforas una moneda para insertarle
un hilo que te deje perpetrar la seguridad de las maquinas
análogas, skynet, tu
familia y en último lugar la inquisitiva mirada del gasero al ver que llevas una moneda pendiendo de un hilo.
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