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Navidades seriales II

  • Foto del escritor: El Omar
    El Omar
  • 25 dic 2019
  • 2 Min. de lectura

... Continué mi treta hasta convenserla de organizar la cena navideña en su casa.


Después de escribir la primera parte de la historia y publicarla, me llamó. Esa tarde usé el más bajo de mis recursos. Aclaré que no tengo parientes y la Navidad en familia me resulta dramáticamente necesaria. Ahí propicie la estocada final. Al siguente día quedamos de vernos para grabar un video de invitación.


Cada confirmación que me compartía contenía asombro, incredulidad, morbo y hasta un poco de compasión.

Fue estimulante cuantificar cuantos comensales llegarían al festejo. Una vez más, la noche sería mía.


****


Ayer en la noche preparé meticulosamente mi atuendo, como cada año. Cuidando cada uno de los accesorios que en todas las cenas he llevado.

Ahí estabamos, todos reunidos en el comedor, completamente atiborrado de guisos, vasos de ponche. Aromas a dulce y salado que danzaban al ritmo de villancicos, llevados por el aire congelado de la brisa que se filtraba para espiar el interior, cada vez que alguien salía o entraba de la terraza.


Entre la atmósfera de gritos, risas, anécdotas chuscas y sonar de vasos de vidrio, solo me acuerdo que di un profundo suspiro mientras cerraba los ojos para disfrutar y guardar el momento.


Al abrirlos vi claramente a mis tíos, la abuela y a mi padrastro bebiendo y manotenado. A mi madre yendo y viniendo con cacerolas, sirviendo a todos sin parar. También estaba mi hermana, ahí en el rincon del pasillo con su novio, donde se acurrucaban cada vez. Alcance a ver detrás del árbol a mi hermano mayor bebiendo a escondidas. Todo igual que en aquella navidad del fin de siglo.


Después de ese conmovedor pasaje al pasado noté húmedas mis manos por un líquido espeso y con aroma penetrante. Esta sensación me trajo a recuerdos más recientes. Un cuchillo de cacería, el mío, ocupaba mi mano izquierda que aún goteaba del líquido rojizo y supe que había regresado al presente porque sentí su miraba. Era mi novia del 2019 parada frente a mí.


Recorrí con la mirada el largo comedor, salpicado de comida, escombros de vajilla, y miembros humanos, era el único obstáculo entre ella y yo. Me quedé atónito al ver en su diestra un arma, y aunque no me apuntaba, lo que hizo me produjo confusión e intriga.


Se relamio la sangre de la mejilla, serena, calculadora, sensual; y posterior a un silencio incómodo, aún con la respiración agitada por el esfuerzo, se animo a decirme –Feliz Navidad mi amor.

 
 
 

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