Sobre los recuerdos
- Funderberker
- 15 jul 2019
- 3 Min. de lectura
Hay cierto tipo de sensaciones que no puedo olvidar. Cosas que están muy bien impresas en la sinapsis de mi conciencia, por ejemplo, los días de bullyng de la secundaria me sabe, a demás de depresión, a Ades de manzana con sándwich de nutella. Los días inquisitivos y católicos de primaria, pueden saber a sincronizada fría de queso philadephia con jugo boing o a danup de galleta con emperadores de chocolate.
Posiblemente a la distancia me doy cuenta de todos eso detalles que yacían ocultos por la ignorancia y la inocencia de la niñez.
Por fin me di cuenta hace poco que una de mis casas de infancia, una casa de vacaciones a la que íbamos a Cuautla tenia mero aroma a repelente Raid para insectos, a mi solo me parecía que tenia un olor peculiar como a viejo o a madera o a las dos cosas juntas, hoy se que era un olor concentrado a DDT, también entiendo ahora por que dormíamos con la puerta emparejada o solo con la del mosquitero en la que los perros entraban y salían a su voluntad.
El día el que nació una de mis primas, fui el primer primo en conocerla, acompañe a mi padre, también el primer tío en conocer a la nueva integrante de la familia, a comprar uno regalo para ella. Aun puedo sentir esos aretes entre mis dedos, como pequeños chicharos con textura de engranaje del tamaño de un alfiler.
Hace unos años mi madre se accidento en el auto, estuvo hospitalizada, se le fracturo el brazo al igual que la muñeca, yo no había podido dormir la noche previa a visitarla. Era jueves para viernes y yo estaba esperando con intención de distraerme el primer capitulo de Flash donde saldría el Flash reverso (si el lector no tiene idea búsquese en google), siempre veía las repeticiones por cable a la madrugada como a eso de las 2, particularmente ese día cortaron el servicio. Llegue a verla, sentí tardar una eternidad en el colectivo, por alguna razón nadie se había ofrecido a llevarme. El calor y la prisa por llegar, el programa no era ni siquiera un recuerdo a esas alturas.
El dolor del aparato que le habían colocado en la mano no le había permitido pegar el ojo; entre canal y canal encontró con algo que le pareció remotamente familiar, me narro todo el capitulo que me había perdido. Hoy ese súper villano tiene otro significado, uno mas brillante en mi archivo de recuerdos. El traje amarillo, un rostro de ojos rojos vibrante, son para mi una madre en el hospital esperando a su hijo para hablar de un capitulo de un programa que realmente jamás le había interesado.
Un recuerdo mas de aquella tarde es mi incompetencia para cepillar cabello, ese cabello rubio enredado tan poco parecido al mió, puedo oler aun el shampoo que había usado la enfermera, olía a zanahoria rallada y se sentía a mis manos temblorosas.
La única persona que pudo desenredad su cabello fue una tía suya, al comenzar, su cabello se hacia lacio, mi madre lloraba por aquel acto casi mágico. Me explico sus lagrimas, ella no recordaba la ultima vez que su tía le había cepillado el cabello, pero al mismo tiempo también tenia recuerdos de su madre haciéndolo, algunas tías y madres son casi la misma persona.
Probablemente en la infancia no habría imaginado esta pila de cosas en una cama olor a DDT, con un perro entrando y saliendo de ahí, uno ahora perdido. Entre estos recuerdos me quedo quieto, contemplando la escena de un accidente automovilístico, de un nacimiento, un ramo de sensaciones mas. Como cuando a un conductor se le acuesta un cocodrilo en la carretea y no puede hacer más que observar.
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